He gritado a escondidas, me hiciste falta esas veces

A veces me siento como si fuese un papel en blanco. Un papel en espera a ser escrito, porque todas las anteriores letras anteriormente dibujadas en él no consiguieron llenarlo. Siento que todas las historias y experiencias no han servido para nada, porque cada vez son distintos errores pero se pagan con la misma moneda. La navidad ya está llegando y yo, que siempre la he adorado, no siento nada. Me apetece ir a ver las luces mientras me tomo un café y nos agarramos de la mano y, a la vez, no quiero hacerlo. Siento que todo lo que digo y todo lo que hago se reduce a algo inútil. Como esa sensación de andar y andar y nunca llegar a ningún sitio. No sé, pienso que debería estar mejor que nunca, pero no lo estoy. Es como si estuviese en mitad de un camino que no me gusta, en el que no quiero avanzar por que no sé si lo que viene es bueno o malo y dónde no puedo dar marcha atrás. Que ojalá se pudiese cumplir aquello de que paren el mundo que yo me bajo porque de verdad que necesito una paradita en este tren, aunque sea para echar un cigarro. Tengo un peso encima  que no me quito y me siento sola y a la vez acompañada. Creo que se está torciendo todo últimamente, para mi y para mucha gente de mi alrededor.
Y nada, así estoy. Acompañada, y me siento sola. Y ahora ya no sé a quién acudir, porque nadie me soluciona nada.

Sólo me queda leer a Shekaspeare una vez más, y vivir Romeo y Julieta a través del papel. Y por qué no, ya es casi navidad, a ver Love Actually, a ver si se me contagia algo.


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