Lo eterno de un segundo y lo efímero de una vida

Empiezo a tenerle miedo a todo.
Empiezo a sentir  que el tiempo se me escapa, que nada dura tanto como quieres, que nada es para siempre. Ni los amigos, ni el trabajo, ni dónde vives, ni lo que llamas hogar, ni lo que te gusta será siempre lo mismo, ni las parejas, ni siquiera la familia; que si, que siempre serán familia, pero nada te asegura que estarán siempre a tu lado. De hecho, lo más probable, es que todo acabe volando en algún momento.

Así que hay que mimar todo lo que tengas. Mucho. Y cuidarlo muchísimo más. Tienes que dedicarle a todo tiempo, amor, dedicación, cariño. Hay que esforzarse cada día, ya que cada uno de ellos eliges a esas personas, ese sitio, esa sensación cálida de encontrar tu sitio entre los brazos de cierta gente. Y no te creas que eso es poco, pues es muchísimo. Es una elección diaria que determina todo lo que serás. Esos sentimientos, esas sensaciones indescriptibles son únicas, y son elegidas por cada uno de nosotros durante las veinticuatro horas que ocupan nuestras jornadas.

No desperdicies lo que tienes. No quites de algo para dárselo a otro; compensa, reparte, da lo máximo. Disfruta todo al minuto, disfruta lo eterno de un segundo y lo efímero de una vida. Repito: cuida todo mucho. Todo aquello que te haga feliz, que te saque media sonrisa o una carcajada a pulmón abierto, que te haga sentir libre, bien, en compenetración contigo mismo. Ama mucho y fuerte. Quiérete a ti mismo también. Vive todo aquello que haya dentro de tu vida que te haga sentir pleno, que te den ganas de llorar y saltar a la vez, todo aquello que te excite y te dé miedo al mismo tiempo. Haz una balanza, reparte a partes iguales.

Sé tan feliz que no puedas ni envidiarte a ti mismo, dado que los felices son aquellos que nunca envidian al resto; que no tengas nada que quitar ni nada que añadir. Que no tengas lo que quieras ni lo que necesites, si no todo aquello que cumpla ambas condiciones. Que el arrepentimiento no recorra tus venas, que todo valga su esfuerzo.

Porque la vida merece la pena cuando a tu lado hay gente que la merece. Y cuándo tú mismo la mereces.



Comentarios

Entradas populares