Lo que nunca me dije.

Me quiero como nunca. Me quiero por las mañanas con la cara lavada y el pelo despeinado, y me quiero con faldas cortas y camisetas sin manga. Me quiero de espaldas, me quiero en mi baja estatura, porque sé que todo depende del enfoque. Y me quiero sin el hueco ese de entre las piernas, ese que tanto os distingue, porque la verdad es que prefiero mis meriendas por las tardes a que se me separen las rodillas. Y me quiero en el espejo, y en las fotos sin filtros. Y me quiero con legañas también. Y me quiero cuando mi silueta no es perfecta según lo que debiera ser. Y me quiero cada vez que alguien me dice todo lo que engorda esa cerveza y, cómo esas, yo me bebo cuatro en su cara y ellos se mueren de sed. Y me quiero también cuando voy tapada, en chandal, en sudadera, con camisa, con vaqueros pitillo. Me quiero tanto que he colgado fotos mías por toda mi pared y cada día me digo más veces que soy guapa, que estoy preciosa. Me quiero porque sé que puedo hacerte reír con decir dos frases sin acabar, o también por el hecho de que cuando alguien que me importa tiene un problema sabe que puede acudir a mi. Y me quiero porque puedo escribirte los versos más tristes esta noche y también los más bonitos y los más radiantes y los más nuevos. Y puedo chaparme a la antigua, si así lo prefiero, y ver la vida en blanco y negro. Me quiero porque soy triste por elección, pero a la vez noto que algo me salta en el alma. Y me quiero porque no me digo mis defectos en voz alta, me quiero porque soy humana y cometo errores. Me quiero porque me muerdo las uñas cuando estoy nerviosa y porque me da mucha pereza levantarme a ducharme por las mañanas. Y me quiero porque necesito pastillas para conciliar el sueño, por que mi cabeza es un motor constante. Y me quiero por leerme mil textos que pueden no servir para nada, o por llorar con todo. Y me quiero porque tengo un vicio fuerte a ver series estúpidas, y series buenas, y además también necesito mantener al día mis redes sociales. Y me quiero porque doy los mejores abrazos del mundo, superando a los koalas con los árboles. Y me quiero porque tengo unos prontos, unos arrebatos de rabia en los que suelto lo que pienso y lo que no, pero en menos de sesenta segundos me trago mi orgullo y pido disculpas. Y me quiero porque soy la primera en ofrecer un cigarro, en dar las gracias. Y me quiero porque aborrezco los miércoles aunque al final nunca haga nada. Y me quiero por borracha, yonki y enamoradiza. Y me quiero porque siempre apoyo y corro el vaso, por si acaso. Y me quiero por esa manía de tener todo desordenado o por recordarte cien veces que te laves los dientes. Por supuesto, me quiero por pedir siempre un mensaje cuando llegues a casa o una llamada a las cinco de la mañana si te encuentras solo, si te encuentras mal, si no tiene sentido lo que haces o si simplemente estás borracho o aburrido o perdido y te apetece hablar. Y me quiero porque lo mío lo cuido siempre, al máximo. Y me quiero por apostar sin importar las circunstancias y por partirme la cara por gente que no lo apreciaba, que no lo merecía. Y me quiero por mi pelo largo y cuidado, por mi amor a la Patria y todas esas cosas. Me quiero por acostarme tarde para ver los partidos de la NFL, pudiendo grabarlos y verlos al día siguiente. Y me quiero por la suerte que casi siempre se dice que tengo. Y me quiero porque nunca me lo digo y porque soy de esas pocas personas que se fuman hasta el filtro.

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