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Me siento mar en calma si te tengo cerca, apaciguas mis aguas, mantienes mi marea constante. Fluyes, como el caudal de un río, fluyes cómo fluye el aire entre los dedos de las manos. Contigo me siento bien, me siento libre. No juzgas, no juegas al doble rasero. Me gusta cómo me miras, a veces cómo si fuera enorme, a veces cómo si no hubieses visto nada tan frágil antes. Y que sonrías y que se te arrugen los ojos, que nadie se haya fijado todavía en que te llega la sonrisa hasta la mirada. Me gusta que se te revuelva el pelo y te lo intentes peinar inútilmente con la mano, porque se te enreda con el mío cuando jugamos a ser serios. Y si, eres chimenea en las noches de frío cuando me acoges en tus brazos y me pegas a ti, y en las tardes sentados en un banco, esperando a ver cómo el mundo sigue y nosotros estamos perfectamente parados, perfectamente sincronizados. Eres mi ruina y mi luz, no por ser uno Roma y otro París, sino por ser tan tú y dármelo todo. Me siento cómo nunca, que empieza a ser cómo siempre, cuando te veo llegar y dices que es para quedarte. No eres nada de lo de antes, y eso es tan grande que aún no me explico el haberte tenido delante y no haberte visto antes. 

Me siento mar en calma si te tengo cerca y eres tan ráfaga y huracán que cualquiera diría que cada noche se avecina tormenta, cuando acaba siempre en marea fina de luna llena. Y tus palabras directas cómo flechas revientan mis esquemas, y me enseñas a no desesperarme si no salen los planes. Me gustas, por tantas razones cómo veces me has mirado. Y me hueles a Barceló, a finales de verano con cerveza y tequila, hueles a humo, hueles a mezcla de colonia; y si te pegas un poco más hueles a cuando me giro y te abrazo, a cerrar los ojos y saber que incluso mal, está todo bien. Hueles a besarte el cuello y lo apartes, hueles a ser incorrecto en todas las correctas formas posibles. Hueles a que no quiero volver a dormir sola desde el día que ocupaste media cama. Hueles a billar, a todas las cosas que no te he dicho porque cada vez que estoy a punto mi cara enrrojece y pierdo la capacidad de hablar. 

Me siento mar en calma si te tengo cerca.

Me siento mar en calma si te tengo cerca, sin naúfragos ni barcos perdidos. Siento que está todo en su sitio, que es apropiado recoger la mesa antes de fumar un cigarro y que es posible que aún exista gente que no le echa ni leche ni azúcar al café, y le eche hielos hasta en invierno. Siento que la ropa, cada día, cuenta menos; que puedo no peinarme un día, que no necesito quince minutos delante del espejo antes de ir a verte. Además, me gusta ver tu foto por las mañanas cuando no estás para sonreírme, abrir medio ojo y saber que estarás por ahí buscando mil excusas para vernos esos siete sucesivos días. Y, ¿Sabes qué? Me siento mar en calma cuando te tengo cerca porque me estoy enamorando, y ya lejos de ser perfecto, eres todo lo que quiero.
Porque te quiero.

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