verbarte;

Eres arte, y se me erizan los pelos y la piel al besarte. Aclamarte, cómo un cántico al cielo que sólo las sábanas escuchan. Eres arte, porque hacemos cuadros juntos y las pinceladas de nuestro camino superan cualquier grito. Susurrarte un te quiero despacito y suavemente rozando tu lóbulo, con los labios húmedos y el corazón en carrera; suspirarte a ti mismo contando maravillas en tu espalda. Que ni constelaciones ni lunares, me gusta recorrerte lisamente mientras hacemos obras del nivel del Louvre y mientras dejamos atrás a París, a Roma y a todas las ciudades donde el amor no nos llega ni para un trago a palo seco. Amarte, como nunca, como nadie. Faltarte sólo el aire. Tirarte nunca, pero tirarnos el uno al otro es un sabor dulce que sólo conocen los que alguna vez han probado a comerse a alguien abriendo el corazón. Follarte, la mente y en la cama, haciendo ruidos entre almohadas y paredes y deshojando los placeres hasta la mínima condición. Ojalá llevarte y ver mundo, más allá de autopistas y paisajes y atardeceres por la tarde. Besarte y compensarte los segundos perdidos por kilómetros que nos dejan aparte. Quizá recordarte los años vividos y el tiempo transcurrido, y recordarte cada día cuando me levante y girarte para agradecerte este placer de poder tenerte. Quemarte los momentos malos y curarte las heridas del pasado y lamerte las cicatrices con la lengua empapada y sin sal para escocerte.
Eres arte.
Y sí, eres arte y las siete maravillas del mundo siguen siéndolo porque nadie se paró lo suficiente a observarte. Y eres arte porque no se necesitan esculturas ni monumentos para poder admirarte. Y eres arte porque al acercarte ningún terremoto movió tanto en mi, y eres arte porque no me canso nunca de mirarte y jamás sentí tan profundamente la necesidad de helarte y mantenerte en este instante. Y eres arte hasta apagarte, y mientras me llames luz y me dejes llamarte, mientras todo esto ocurra, no dudes nunca en qué o quién eres, porque eres arte.

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