todo comienza y acaba en un extremo u otro

cerrado por falta de motivación,

se leía en el letrero.
Y quizás fuera cierto, o igual sólo era un fruto efímero de la imaginación agotada de una mente acabada. Quizás era la falta de sueño, o el exceso de excesos. El encontrar el punto medio acabó con el arte de sus dedos y sedujo a sus manos a un mundo mejor. La lengua ya no se usaba para el lenguaje, aunque formulaba bien las onomatopeyas. El punto medio derrotó a la necesidad de plasmarse en un folio en blanco, porque la vida misma le parecía suficiente cuaderno para resolver. A veces no somos felices, ni tampoco somos tristes. A veces no somos, en general; o simplemente somos, a secas.

Cerrado por falta de motivación,

o eso decía el letrero.
Que el sexo me libre de no hallarme musa; que las palabras no necesiten un extremo; que el calor me derrita la mediocridad o que simplemente,
que venga alguien que quite el letrero.

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