Quién vive con miedo a la muerte, ni sabe morir ni sabe vivir

Tu voz me llena el alma,
tu abrazo me da la vida;
que si nada nos salva de la muerte
al menos que el amor
y las risas
nos hagan olvidar que algún día llega
el último fin de semana.

Tanto amor,
y nadie se fija
en ese amigo que te coge el teléfono
a las cuatro de la mañana
porque llevas encima
un ciego tal...
Que ni aciertas a meter las llaves
para abrir la puerta de tu casa.

Tanto amor, tanto amor;
que nadie os ha contado
que no hace falta dormir
para echarse a soñar,
y que ese plan de tranquis
que iba a ser de manta y peli...
Nunca es un plan tranquilo
y lo más probable es que nos encuentres
en cualquier parque
-noche de Septiembre,
despidiendo el verano-
compartiendo tabaco
y dando el último trago
para entrar en coma a las siete;
e irte al día siguiente
a las cinco a empezar con las cervezas.

Ya que todos sabemos
que la mejor cura de una buen resaca
no es ibuprofeno ni es el silencio;
es alcohol en vena
y dolor de cabeza compartido
con los compañeros de la noche anterior.

Y qué me dices
de las risas por las tardes,
entre ratos de estudio
y humo de cigarro;
cuando tienes más café
que sangre corriendo por tu cuerpo
y siempre hay uno de todos
que echa a correr,
y tú miras al resto
y te echas a correr detrás.

Si no sabes de qué te hablo
ni te viene nadie a la cabeza,
escúchame,
tienes un problema.
Es fácil llorar de desamor
o comprarte la vida en versos;
pero no es fácil ser
el que está atento al móvil
a las cuatro de la mañana
para estar por si te llaman.
Es fácil,
quejarte de vicio,
pero no es fácil llevarle a tu amigo
un cigarro por la mañana
para que te cuente qué cojones bebió
la noche anterior
para tener diecisiete llamadas perdidas suyas...
De tres a siete de la mañana.

Una vez leí
que todos buscan
-cuál locos y suicidas
puentes y locuras-
un mejor amigo
pero que pocos se esfuerzan en serlo.
Y yo puedo prometer
que tan cerca
o tan lejos
yo tengo la mejor familia
que no comparte mi sangre
de toda la historia.

Pueden ser bruscos,
y gritar hasta quedarse sin voz
-constantemente-
puede que no sepan mentirte
y que no siempre quieres oír la verdad.
Puede que
la amabilidad no sea su fuerte
pero os juro que su fuerza
es inmensa.
Mis valores,
mis razones,
mis motivos,
mis galones,
mis tentaciones
y mis desastres.
Son todo míos,
y yo soy todo ellos.

'Y gritar que no tengo miedo a nada'

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