Numerando los lunares de tu espalda;

Eres la primera persona
en la que pienso al despertarme;
el segundo
más largo
que puede dar
el reloj de la puerta del Sol,
y a la vez
el que nunca quiero que acabe;
el terceto encadenado
a las cuatro letras de la palabra Amor.

Eres un quinto de Foster
en la sexta batalla entre sábanas;
mientras suena
por la habitación
la séptima sinfonía de Beethoven
y te descubro
como mi octava maravilla del mundo.
Eres más que nueve partes
de un décimo de lotería,
y eres once veces más todo
de lo que nunca había aspirado.

En ti encuentro
mis doce mandamientos
de una Biblia particular,
ese trece de la suerte
que no se cruza con gatos negros
ni anda debajo de escaleras. 
Y cómo decirte que
catorce veces son pocas
-incluso en quince segundos-
para decirte
que te quiero.

Créeme si te digo
que ni en dieciséis oportunidades,
ya sean a oscuras
o a plena luz del día,
podrás alcanzar a entender
la magnitud de tales cálculos.
Y que todas mis palabras
son pocas para demostrarte
que lo que nos quedan
son una cantidad de diecisietes
incontables.

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