Mordiscos entre sábanas;

¿Y quien,
sino tú,
para soñar por las noches?
Me pregunto, aunque sea porque la curiosidad no siempre mata al gato, cuantas estrellas seré capaz de contar a tu lado.
-¿Qué haces con un chico así?-
Y esa pregunta tenía tantas respuestas que todas ellas se quedaban cortas. Así, tal cual, él que dice que no se puede discutir con quién escribe y yo que me suelo quedar sin palabras cuando intento hablar de lo que mueve por dentro.
Los huesos, calados; y la lluvia hace más de una semana que no cae.
Los besos, perdidos; y los mordiscos entre sábanas secas que envuelven cuerpos húmedos.
La tinta gastada y la mano dolorida, tanto escribirle que se me clava en el alma, y tantas noches lloré por tantos tontos que no sabía que lo mejor estaba por llegar.
Los abrazos locos y el frío por las calles, que si no hay farolas suficientes en Madrid para comerte bajo ellas quiero ver el resto de calles del mundo a tu lado; que complementes mis huecos vacíos
-y que no te molesten los rotos-
Que no te cortes cuando pases al filo de mi boca, que no me raspen las esquinas de tu barba; que entiendas que cualquiera en su sano juicio se habría vuelto loco por ti y que no todos saben plasmar con palabras su placer pero menos saben cuidar lo que quieren querer.
Que cada viernes sea catorce de Febrero y cada sábado celebremos la resaca de San Valentín; que no te falle la risa, que la mía la provocas tú,
que la cama deje de estar medio vacía,
cómo tomarse un café solo,
como despedirse en la estación del tren.
Que cada día venidero sea un nuevo y bonito despertar, que juntos no sea deseo y sea oportunidad, que contigo y nada más;
que te qui-

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