Los hermanos de sangre; los hermanos de vida.

Sinceramente, hay cosas que quieres escribir pero que nunca sabes cómo empezar. Aún no encuentro el motivo, pero probablemente que es porque son cosas que no quieres que acaben nunca, y te da miedo que poniendo un punto final a tu inspiración momentánea se acabe, tienes la sensación de que le estás poniendo fin a esas cosas. Cómo se dice, todo en esta vida tiene fecha de caducidad. Pero, ¿Y qué? Hay que aprender a encontrar la solución a que si esto algún día acaba -que lo hace, pues todos morimos- para elegir con quién pasamos nuestras horas vacías -que al final son las más llenas-. Hoy no vengo con charlas morales, vengo con una ilusión tremenda; esperanza que te dan personas que un día aparecen y que al tiempo, son las más importantes. Hoy vengo a hablar sobre una de esas relaciones que empezaron de maneras tontas y perduran con más tontería cada día, y un grado de madurez reprobable. Hoy vengo a hablar de un hermano, que no es de sangre, pero que es mío. Todo empezó en una fiesta de esas que te revientan las ganas por dentro de ir, y cuándo finalmente llegas te das cuenta de que las expectativas estaban bien puestas. Aquella tarde; entre risas, tabaco y copas conocí a un chaval un tanto extravagante, con aires locos y risa contagiosa. Nuestra primera conversación no es para nada remarcable, ya que la manera de hablarnos vino de golpe y porrazo, pero igual las mil siguientes tampoco lo sean. Para hablar de mi hermanito lo más probable es que acabase con folios y folios sin sentido, llenos de palabras bonitas y de gracias que la mayoría no entienden; para hablar de este hermano tendría que escribir un diario día a día para comprenderle, pero lo más importante creo yo es dejar claro que tuve una de las suertes de mi vida más grandes que haya tenido nunca. Ahora pasamos horas y tardes y días entre Marlboros y tabaco del suyo de liar, ya sea en parques o en clase; en plazas o en portales tirados. No sé exactamente la opinión de la gente sobre él, pero... ¿La mía? Seguro que es la mejor de todas. Locura sana, fuerza y valentía es lo que saco yo de este chico. Ganas, ilusión y mucha alegría; es un puñetero ciclón que arrasa con todo lo que ve. Es el apoyo perfecto, el amigo que te cuida cómo un padre y te pica exactamente cómo eso, cómo un hermano. Fuerte, fuerte cómo el que más; cómo nadie, que ha pasado por cosas que no os podéis imaginar y que yo, de vez en cuándo, no consigo asimilar. El etílico que te ayuda aunque él ande peor que tú, el que se corre pasillos y escaleras y mundo si sabe que te va mal, el que no soporto ver llorar, el que me enorgullece cada vez que le veo levantarse ante todos y decir 'Aquí estoy yo y a mi y a los míos no los jode nadie'. Parte de mi familia, una parte importante e irremplazable. El de planes imposibles y grandes esperanzas; de los que cuentas con los dedos de las manos, esas personas que están te encuentres bien o mal, el mayor de los regalos del ser humano: la confianza implícita. Yo no sé si leerá esto, si querrá aguantarse con todo lo que le tengo que agradecer, pero sé que es un grande con todas sus letras, un estilo propio del día a día; alguien que se merece ser feliz con más motivos que peros; con más razones que porqués. Todo Madrid podría recordarme a él, pues si os hago cuenta de cuántas aceras hemos pateado juntos no entenderíais lo mucho que nos gustó andarlas juntos. Si os cuento cada vez que me ha salvado os plantearíais si alguien lo arrancó de el sitio escondido de personas a las que querer y lo puso a mi lado. Y os lo contaría todo, pero la verdad es que no puedo. No tengo palabras suficientes para explicar cómo tener una persona así y mantenerla tan fuerte; no existen papeles suficientes para rememorar tres años largos a su lado; con momentos irrepetibles y, sobre todo, insuperables. No os puedo explicar cómo es echarse los cinco minutos del piti y llegar tarde, y estar feliz con ello. Por encima de todo; por encima de todos, mi hermano. Y tal y cómo dije al principio las cosas que más nos gustan escribir son las más difíciles, pues para empezar comencé hablando de mí; seguido de un nosotros. Y no pongo punto y final, que se lo tome cómo paso de página, que aún nos quedan demasiados capítulos que escribir juntos de un bonito libro llamado 'vida'. Que no se piense que librarse de mi es fácil, pues ya curando se acerca lo mejor, y si es lo mejor, tiene que ser nuestro. Querido hermano, ni siquiera sé si esto es suficiente para que entiendas que esto nunca se acaba, que los hermanos son para siempre y que aunque el techo no nos una el cielo es inmenso, y siempre que me necesites y esté lejos bastará con que eches un vistazo arriba para no olvidar, para poder recordarte, que pase lo que pase, los hermanos son de vida; son para siempre. Son hermanos.

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