Tantos te quieros tragados que el tuyo tuve que escupirlo.

Sin buscarte, ya que lo mejor llega sin avisar, encontré que hay personas que a su paso te marcan. Tú te has hecho una de ellas. ¿Conoces eso de que algunas cosas tardan en llegar? Pues las personas eternidades, y cuándo aparecen, tienen una barrera tan grande de superar que por temor a saltarla, ni siquiera se piensan que podría merecer la pena la lucha. Y llegaste tú. Sin preguntas, sin respuestas. Llegaste tú, sin buscar trasfondos, con chistes de humor barato por calles plagadas de verdes y de sueños rotos. Pasé por aquella la calle de la amargura, y llegaste tú, con tu risa contagiosa y tus complejos minimizados y no pude más que echar la cabeza atrás, subir la barbilla y soltar mis cuatro carcajadas al viento. Estuve caminando en silencio con lo más parecido a la soledad que tuve, sin contarle a nadie cada vez que había tenido un cuchillo en la palma de mi mano y había tenido que contar una vez detrás de otra las razones de mantenerme ilesa, y llegaste tú, y sin decir nada, dijiste todo. No viste mis cicatrices, ya que las peores están por dentro, pero encontraste en mi mar de verde algo que no más de un par de ojos han conseguido ver, encontraste lo que escondo, mi debilidad y mi fuerza al mismo tiempo, conseguiste hacer sonar la banda sonora de mi vida, me diste vida como Eminem movía las palabras en la fila del almuerzo de 8 Millas; toqué tu mano, helada, como mi corazón por dentro, como el Madrid más bonito y más frío, como la canción más triste con las notas más sonoras, como las luces de Navidad adornando la Gran Vía, como el puñal que se te clava que es aquel que menos se te ve, y juro que por una milésima de segundo, entendí todo. Entendí el daño, los llantos, las comidas de techo, los abrazos de oso cuándo te caes en lo más hondo; entendí lo bonito que puede ser guardar a un niño dentro de cada uno y lo triste que es matarlo a base de humo, de bebidas, de pastillas, de pinchazos, de estudios, de orgullo; matarte, matarme, para ser lo que somos hoy. Suspirarte, suspirarme, para saber que cada vez lo hacemos peor. Más cierto que las letras de Bob Marley y menos reconocido que el Nobel de la Paz; más importante que los bolsillos de los políticos y menos curado que el hambre en África; seguimos tirando, quizás atinando, hace tiempo que mi trozo izquierdo está tan roto que no comprendo como puede seguir doliendo -aunque sólo sea a veces-, hace tiempo que me lloro por dentro, que vengo a devolverte todo lo que hiciste por este corazón gris, que en mi ciudad las madrugadas son tan frías que hasta la soledad anda buscando compañía, hace tiempo que entiendo a Sharif como si fuese él quién me espía cada noche mientras hablo en sueños, y supongo que imagino que te tengo, y supongo que imagino que te hablo, que te cuento mis miedos y mis verdades, las medias y las mitades, que lo sabes todo y que aún así, no has salido corriendo.
                                     -El corazón ya va mejor, sólo me duele cuándo late.

Comentarios

Entradas populares