Esta noche las gotas de lluvia me han llorado tu nombre, yo no he sabido que responderles.

Días de lluvia. Hay quién los odia y quién los adora. Digas lo que digas vas a parecer raro, asique, ¿Que más da? Tu opinión será la misma por mucho que te cambien las coordenadas, que la brújula ya anda averiada de tantas patadas que le hemos dado. Que tanto te quiero suelto y loco al aire, la verdad... La verdad esque a veces cansa. Tanta gente jurándose amor eterno ya aburre, cuándo sus 'para siempre' no duran más de unos meses, a veces ni siquiera pasan las semanas. Hay quién te deja sufrir, y quién evita que te ocurra nada malo a toda costa. Hay quién llora por ti y otros por tu culpa, que lo que escribes entre líneas me entra más fuerte que si hicieses pleno cada noche.
¿Soñando en oro? Yo sueño con tu cama, que es mucho mejor. Que le den a París y a sus rincones, que le den a la Torre Eiffel y a las calles de Venecia, que Italia se derrita por nosotros; que me has enseñado que no existe mejor lugar para enamorarse que escondida entre tus sábanas. Dando palos de ciego sobre terreno desconocido, eso solo puede hacerlo alguien lo suficientemente loco como para querer a otro por encima de sí mismo. Pero, ¿Sabes esa sensación? Que ves a alguien y te sube la temblequera por toda la columna vertebral y de repente te dan ganas de reír, y tu cara empieza a adoptar un tono sonrojado mayor de lo habitual. Que te roza y oh Dios mío en la escala Ritcher nos llevaríamos todos los puntos para entrar en colisión, y te mira y no sabes ni hablar, balbuceas que pareces idiota. Y dice tu nombre u oyes su nombre y zas esa sonrisa sale sola, sin que te des cuenta. Y te habla, dejándote sin respiración. Y le ves caminar, y como se mueve y piensas que ni cayéndose un ángel del cielo tendrías mejor espectáculo que ese. Al principio todo son amenazas, luego empiezas a confiar, y la persona a la que quieres es algo más que tu mejor amigo, es tu reflejo del cristal. Porque no es la falta de amor si no la falta de amistad lo que hace a una pareja infeliz, o algo así dijo Nietzsche cuándo creyó que nadie le iba a escuchar.
Déjame enseñarte, por una vez en la vida, que no hay mayor arte que el de amarte sin miedo a caer.

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