I remember every sunset, i remember every word you said.

Con la habitual costumbre de escribir para sacar mis problemas fuera me he quedado saturada en un país que me congela la inspiración. Con más de ocho mil lágrimas haciendo carreras por mi cara, sigo sin saber cómo explicar que esto no es un error, pero que no pienso repetirlo. Que me gusta, pero no lo suficiente; que los subliminares están entre líneas, que cómo me dijiste 'Que el fin del mundo te pille bailando' o algo así fue tu despedida del mejor de los años que haya pasado por mi piel. Me he quedado sin esa luz que él me dijo un día que mis ojos le daban. Yo era su buenos días, sus buenas noches, sus buenas tardes y sus buenos medios días; con un doce de dos meses con jota importante. Aemea. Su nombre sigue resonando a veces en mi cabeza, cómo si no hubiese pasado tanto tiempo; aunque obviamente ha pasado, y las cosas han cambiado tanto que ahora ya no sé ni quién eres. Y a ti ya no te preocupa quién soy, aunque un día te morías por mi. Tengo tu carta guardada, tu firma cómo buenos días y cada una de las palabras escritas que me dedicaste en cada uno de esos que, ¿Veintiocho días? Cómo si fueron treinta; quince fueron, son y serán solo para mi. Veinticinco de mensajes y carencía de cualquier cordura posible, de fotos que aún recuerdo la primera sensación, de usar casi señales de humo para seguir viendo las cenizas de lo que en su día fue un fuego en construcción, construido, deshecho, remontado y derribado; cómo un juego de barquitos de papel él y yo volamos sumerguidos, hasta que un 'la odio' rompió por completo un puzzle que tú, honey, de alguna extraña manera sigues intentando arreglar. Salvarme de él, aunque él fue el que me salvó en todos los sentidos posibles en los que puedes salvar a una persona.

Comentarios

Entradas populares