Putas coincidencias

Rojas nos dijo que no sufriría, que se apagaría lentamente como una llama al viento.
Nunca Marina me pareció más hermosa que en aquellos días en el caserón de Sarriá. El pelo le había vuelto a crecer, más brillante, con mechas blancas de plata. Incluso sus ojos eran más luminosos. Yo apenas salia de su habitación. Quería saborear cada hora y cada minuto que me quedaba a su lado. A menudo pasábamos horas abrazados sin hablar, sin movernos. Una noche, era jueves, Marina me besó en los labios y me susurró al oído que me quería y que, pasara lo que pasara, me querría siempre.
Murió a la mañana siguiente, en silencio, tal y como había predicho Rojas. Al alba, con las primeras luces, Marina me apretó la mano con fuerza, sonrió a su padre y la llama de sus ojos se apagó para siempre.
El día era tan luminoso que quise creer que el mar que ella tanto quería se había vestido de fiesta para recibirla.
Me despedí de Germán con un abrazo en el andén de la estación. Al día de hoy, desconozco cuál fue su rumbo o su suerte. Ambos sabíamos que no podríamos volver a mirarnos a los ojos sin ver en ellos a Marina. Le vi alejarse, un trazo desvaneciéndose en el lienzo del tiempo.

Marina,de Carlos Ruiz Zafrón
te quiero Luisa, por y para siempre. Las coincidencias se basan en recordar lo que nunca llegó a pasar.

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