Tú, mi, me, contigo.
Hoy es noche estrellada.
Noche amor -noche de ti-
Noche de escribirte, de escribirnos.
Mientras las luces de la ciudad esconden las estrellas del cielo yo fumo apoyada en la ventana, mientras la piel se enfría cuando roza contra la pared y el hueco vacío de la cama. Algunas veces da qué pensar, como el paso del tiempo, que nos aprisiona y libera a la vez; como puede hacer tanta magia un poco de iluminación por las calles, como comienza un ambiente cargado de ternura cuando yo todo lo que quiero es compartir contigo cada segundo de los recuerdos que creamos, de los momentos a tu lado y de esa alegría que a veces olvidamos que es vivir. Es impresionante pensar que efectivamente, entre tanta gente, encontremos personas; y es increíble descubrir que brillar es tan fácil cuando tienes a tu luz cerca tuyo.
Hoy la almohada se ha quejado al verme, dice que dónde estás para reposarte -y que echa de menos la guerra que escondes entre las sábanas-
Hoy la cama me ha preguntado qué hacer con ese hueco sin tu cuerpo para amoldarse, sin este infierno que es sin ti, y que contigo no es infierno pero calienta el triple.
Al llegar a casa eché de menos tu esencia, no sé cómo explicarte que hoy has ocupado cada resquicio de mi pensamiento; que hay días que las veinticuatro horas se me hacen cortas para recordarte y otros que se me hacen largos de tanto hacerlo sin poder abrazarte. Ya no tengo palabras para explicar que hay momentos que prefiero follarte la mente a romper los muelles; pero que no me hablen de tesoros si nunca se perdieron en tus ojos buscando un mapa para encontrarse, que tu espalda y las deudas con la luna, que no hay paisajes que no puedan recorrerse con tus dedos -ni existe la manera de no correrse contigo- y que llegar alto puede significar, simplemente, agarrarte fuerte cómo si nunca fuera a soltarte.
Mis letras, que se quedan pequeñas para explicar el ciclón que se avecina, se quejan de no poder soltarlo todo de golpe, que galopa por dentro y se rebaja cada lunes; que el fin de la semana es el comienzo de la perdición y que tu cuello es mi octava maravilla descubierta. No hay antítesis, ni metáforas, ni énfasis para contar tus vértebras ni tus cicatrices; no hay rincones suficientes para elegir favoritos ni farolas que alcancen la cantidad de veces que quiero comerte la boca, y ya, de paso, comerte entero.
Hambre de ti, hambre de lobos que aúllan al alba cuando no quieren que amanezca, que ya no sé si es la alondra la que canta o si es que el ruiseñor se levanta; no sé si es el guardarte dentro o el destruir todo lo antes escrito. No sé si es química a lo que llaman amor, o si la física soportará muchas veces más nuestros desafíos de tigres salvajes -que los gatos sin domesticar son los que mejor te arañan, y que morderte la piel hasta estallarte las venas es la mejor melodía a mis oídos-
Desnudarnos y follarnos las mentes; desnudarte y follarte en cualquier parte.
No sé si es química a lo que llaman amor, pero sé que la química consta del término científico y que también forma parte de encontrar tu casa en los brazos de alguien. No sé si es química lo que llaman amor, ni cual es la pregunta ni si la respuesta será la acertada, pero sé que la fuerza reside en los valientes, y también sé que a ti, la cobardía, siempre te ha quedado un par de tallas grande.
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